martes, enero 23, 2007

La maldición de las segundas obras



Como espectador de cine, no deja de sorprenderme la maldición de la segunda obra. O, dicho de otro modo, cómo muchos directores dicen todo lo que tienen para decir en su primera película. Y, en las sucesivas obras, repiten hasta el cansancio esa misma idea o hacen segundas y terceras películas que no alcanzan el nivel de la primera.

Pienso en Lucrecia Martel y la excelente La ciénaga y la menos buena Niña Santa; pienso en Caetano y la brillante Pizza, birra, faso y pienso en González Iñarritu y Amores Perros. Ayer fui a ver Babel, la nueva película del mexicano. Está bien. El tipo no puede hacer una película mala porque es un buen director. Pero repite los recursos de Amores perros y de 21 gramos. Cae en lugares comunes de los marroquíes que no son guerrilleros y que en cambio trabajan honradamente. Y cae en el lugar común de los mexicanos de la frontera muy buenos y los policías yanquis muy malos.

Se podrá decir que también es un lugar común el pensamiento. Que ya le pasó a Juan Rulfo con Pedro Páramo y el tío decidió matarse porque no podía escribir otra cosa. Loco, ¿no?
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