jueves, septiembre 23, 2010

Ay deseo

Pequeños momentos gloriosos del día. Después del fútbol semanal y de ir al bolichón a comer, la noche estaba preciosa. Volver en bicicleta a las dos de la mañana, con la calle vacía y la luna llena, es algo que no sé por qué te conecta con un placer primario, de niño de escuela primaria. Esa sensación de velocidad sobre la bici, ese sabor de aire frío cuando golpea la cara, ese volver a sentir un vacío en la panza al recorrer las dos cuadras en bajada que desembocan en mi casa.

El combo se completa con los auriculares al palo, escuchando Ay deseo, de Fandermole. Y cantando a los gritos ese precioso estribillo que dice Como vine me iré nada me traje y nada me llevaré.

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