Luis Manuel Ruiz es un excelente articulista del diario El País (Madrid). Hace algunas semanas, publicó un artículo sobre el placer de fumar. Aquí van algunos fragmentos.
* A veces regresaba a casa de madrugada y me concedía un último cigarrillo antes de abrir la cama: un cigarrillo final, un cigarrillo que sirviera de epílogo en la intimidad de mi habitación. Aproximaba el encendedor a ese cilindro último de papel, y a continuación veía elevarse una columna de humo pálido, del mismo color de los fantasmas de las novelas, mientras una vieja tibieza que era como un murmullo y un hogar me recubría el paladar, despacio.
* Muchas veces me he sorprendido observando las nubes como un bobo, preguntándome a dónde conducen, deseando acompañarlas en su vuelo a través de la atmósfera hacia el rincón opuesto de las cosas.
* Creo que el tabaco es antipático porque en este presente nuestro de computadoras, metrosexualidad y primeros puestos la pereza es antipática, la derrota es obscena y el enfermo un apestado. Fumar, fumar en serio, detenerse a paladear el sabor de la combustión, contemplar cómo el humo dibuja ofidios y lombrices en el aire, callar y fumar sin inmiscuirse en las decisiones ni los actos de nadie, equivale a reivindicar la segunda fila, la neutralidad, el aparte, la desidia: figuras todas que la moral odia. Cuesta creer en la maldad del humo: después de todo, junto al polvo y la ceniza, es el futuro que nos espera a todos.