viernes, julio 14, 2006

Anécdotas de Borges II

Borges firma ejemplares en una librería del Centro. Un joven se
acerca con Ficciones y le dice: "Maestro, usted es inmortal".
Borges le contesta: "Vamos, hombre. No hay por qué ser tan pesimista".

Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto.
Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y
Franco María Ricci. Borges, inspirado, destila ingenio. Llega la
última pregunta. "¿A qué atribuye que todavía no le hayan
otorgado el Premio Nobel de Literatura?"
- "A la sabiduría sueca".

En una entrevista, en Roma, un periodista trataba de poner en
aprietos a Jorge Luis Borges. Como no lo lograba, finalmente
probó con algo que le pareció más provocativo: "¿En su país
todavía hay caníbales?"
- "Ya no - contestó aquél -, nos los comimos a todos."

Pero el anecdotario borgeano -el más rico y variado de cuantas
personalidades uno recuerde- está también hecho de observaciones,
ocurrencias y comentarios de singular agudeza. En ese
temperamento, el escritor no rehuía incluso el tener que vérselas con
temas difíciles: en plena Guerra de las Malvinas, opinó que "la
Argentina e Inglaterra parecen dos pelados peleándose por un peine" y
que "las islas habría que regalárselas a Bolivia para que tenga salida al mar".


Propuesta. Cuenta Héctor Yanover que durante una reunión de la
SADE sobre la situación de la literatura argentina, Córdoba
Iturburu, que la presidía, inquirió a los gritos: "¿Y qué vamos a
hacer por nuestros jóvenes poetas?" Desde el fondo llegó otro grito, éste
de Borges: "¡Disuadirlos!"

En la pausa de un acto cultural, el novelista Oscar Hermes
Villordo acompañó a Borges al baño, situado en un primer piso
al que se llegaba por una empinada escalera de madera. Cuando
volvían, Villordo notó que Borges descendía los escalones demasiado
rápido y, temiendo lo peor, le preguntó:"¿No deberíamos ir más
despacio?" "Pero no soy yo - aclaró Borges -, es Newton."

Borges charla con Antonio Carrizo, en un bar. Por la radio del
local se anuncia un tango con letra de León Benarós, amigo de
Borges. El locutor propone escucharlo y el escritor acepta.
Cuando el tango termina, Carrizo le pregunta qué le pareció. Borges
mueve la cabeza y dictamina, muy preocupado: "Esto le pasa a Benarós
por juntarse con peronistas".

El poeta Eduardo González Lanuza, uno de los introductores del
ultraísmo en la Argentina y gran amigo de Borges, descubre a
éste en Florida y Corrientes, solo, con su bastón, esperando para
poder cruzar. Lo toca y le dice: "Borges, soy González Lanuza".
El vuelve la cabeza y, después de unos segundos, contesta: "Es probable".

En Maipú y Tucumán, un grupo de adictos a Isabel Perón descubre
a Borges y lo sigue unos metros, insultándolo. Al ingresar en
su casa, un periodista le pregunta cómo se siente. "Medio
desorientado - manifiesta -. Se me acercó una mujer vociferando:
¡Inculto! ¡Ignorante! "

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

hm.
me has hecho reír mucho con estas anécdotas borgeanas.
voy a tratar de vincularla en mi blog (si mi ignorancia cibernética me lo permite).
saludos.

4:45 p.m.  

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