miércoles, junio 03, 2009

Al sol



Creo que la mejor infancia es la que no se recuerda. Y que, lo mejor que puede pasarnos con esos años, es no registrarlos. Y que, con el tiempo, funcionen como un colchón de afecto en el que recostarse cuando la vida se vuelve puta.

Pensé en eso cuando vi estas fotos de uno de mis sobrinos. En esa tarde en el Lezama en la que el pendejo la pasó bien, jugó con arena, tomó coca cola, fue a la calesita y aprendió a decir "estoy manija", cuando tenía hambre.

Confío en que, con el tiempo, el chico no se acordará de eso. Pero sí registrará, en algún lugar de la memoria, las mañanas al sol, los juegos y los mimos. Lo que no es poca cosa te diré.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

casi me hacés llorar con este post, Diego. Es de una gran ternura. Ya me parecía que eras un gordito tierno, en el buen sentido de la palabra..... Fufa

12:16 a.m.  

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