Soledad, Los Nocheros y El Chaqueño Palavecino II
Dejé el pancho por un rato -gesto poco frecuente en un gordo- y me di cuenta de que el tío no era un revendedor. No sé por qué. Será porque estaba demasiado triste o porque las ofrecía casi pidiendo perdón. Y me dio curiosidad.
-¿Le fallaron, maestro?
-Sí, mi novia no quiso acompañarme. Y no quiero entrar solo. Sin ella no quiero ir a ningún lado.
No lo abracé porque me dio vergüenza. No le compré las entradas porque ya tenía la mía. Ese hombre necesitaba urgente volver a su casa y deprimirse como dios manda. Sólo atiné a convidarle un poco de Coca Cola, ponerle una mano en el hombro y decirle: "Uh, maestro, qué cagada". Con una mueca que hace mucho tiempo fue sonrisa, agreció el gesto. Y se fue.
2 Comments:
Pobre hombre, vieja. Qué dolor.
Sí, pobre. Era el hombre más triste del mundo porque, además de tristeza, tenía frío y un hueco económico. Abrazo
D
Publicar un comentario
<< Home