lunes, diciembre 07, 2009

Gotas

Alguien dijo que, después de Psicosis, nunca nadie pudo bañarse tranquilo en un hotel. Usando la misma lógica, después de Aplastamiento de las gotas, es difícil ver un vidrio un día de lluvia sin pensar en Cortázar y en sus gotas suicidas.

Hice estas fotos camino a Pilar, un día de lluvia y, pese a eso, de fútbol con amigos.




Yo no sé, mira, es terrible cómo llueve. Llueve todo el tiempo, afuera tupido y gris, aquí contra el balcón con goterones cuajados y duros, que hacen plaf y se aplastan como bofetadas uno detrás de otro, qué hastío. Ahora aparece una gotita en lo alto del marco de la ventana; se queda temblequeando contra el cielo que la triza en mil brillos apagados, va creciendo y se tambalea, ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas, no quiere caerse y se la ve que se agarra con los dientes, mientras le crece la barriga; ya es una gotaza que cuelga majestuosa, y de pronto zup, ahí va, plaf, deshecha, nada, una viscosidad en el mármol.
Pero las hay que se suicidan y se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran; me parece ver la vibración del salto, sus piernitas desprendiéndose y el grito que las emborracha en esa nada del caer y aniquilarse. Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.

Julio Cortázar

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1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

salud!

9:55 p.m.  

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