sábado, diciembre 24, 2011

El chocolate más rico del mundo


Hoy leí una nota en el New York Times que me hizo acordar de un viaje que hice en 2008. A mediados de ese año, fui tres días a Bélgica. Caminando por las calles de Bruselas, me encontré con una turista estadounidense y comenzamos a hablar y a recorrer la ciudad juntos. En un momento, pasamos por un local de chocolates y ella me dijo.
-Supongo que conocés la fama de los chocolates belgas.
-Suponés mal -le contesté. Hasta ese momento, para mí la excelencia era de los suizos, que dicho sea de paso no producen un carajo de cacao.

Compramos por cuatro euros un pedacito de chocolate un poco más grande que el tamaño de un dedal, lo que a mí me pareció una verdadera estafa. Pero hice el gasto confiando en la gringa. Ya en la calle, le mordí la punta para que me dure, al menos, tres disparos. Me pareció algo tan maravilloso que pensé que era un desperdicio comerlo caminando por la calle.

Nos sentamos en un banco a terminar el chocolate más rico y más caro del mundo. Aunque ella estaba al lado, lo comí en silencio y con los ojos cerrados. Pasaron más de tres años y medio de ese viaje. Y los recuerdos se van borrando si uno no ve las fotos. Pero hay otros que quedan. Para mí, siempre, Bruselas será la ciudad de esa chica que me recomendó aquel chocolate sublime.

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