sábado, enero 07, 2012

Barboza en Café Vinilo


Escuchar a Raúl Barboza en vivo es una casi una rutina de mis veranos en Buenos Aires. El viene de Francia, donde vive, a pasar unos meses para "escaparle al frío de París", como suele decir.

Ayer fui al Café Vinilo, donde presentó una formación de guitarra, contrabajo y, claro, acordeón. Una de las cosas que más me gustan de él, además de su bella y límpida música, son sus palabras en tono monje zen, sus gestos, su expresión de felicidad cuando hace lo que le gusta. Siento que en ese momento es el hombre más afortunado del mundo, que nada lo puede perturbar.

Anoche, al terminar de tocar La Calandria, le salió de adentro un "qué lindooo", casi interrumpiendo el final de la canción. Para mucha gente, pasar enero en esta urbe es un calvario. Con Barboza y su acordeón, todo me resulta más tierno. Qué lindo, don Raúl.

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