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lunes, abril 21, 2008
Un mundo sin chicos
Cuando vas sumando meses en una nueva ciudad, afinás la mirada. Te das cuenta de cosas que antes no veías. Por ejemplo, que Madrid tiene pocos chicos. No los ves en las calles, ni en los centros comerciales ni en los parques. Las madrileñas tienen un promedio de 1,31 hijos. La tasa es una de las más bajas de Europa.
Comparto la sensación de nostalgia a los niños, pasóme lo mismo cuando anduve por allá. Se extrañan las voces todas juntas cantando a coro un "que bien que me viene, que bien que me va..." Lo que me preocupa, en esos casos, es la posibilidad de una tierra avejentada, sin posibilidad de abrir la puerta para ir a jugar ni andones piruleros ni manchas televisores, es como si todo quedara congelado. Te regalo, mientras tanto, una Alicia, un Peter Pan, una Natacha, la calesita del Lezama, y el placer de cantar O Pato con tu niño más cercano.
Ubicación: Capital Federal, Buenos Aires, Argentina
Soy Licenciado en Comunicación Social (Universidad del Norte Santo Tomás de Aquino, Tucumán). De 1996 a 2000, trabajé en el diario El Siglo; luego pasé a La Gaceta hasta 2003. A finales de ese año, gané la Beca Clarín Para Jóvenes Profesionales. Desde ese entonces, vivo en Buenos Aires. En 2005, cursé la Maestría en Periodismo de Clarín y la Universidad de San Andrés. En 2008, recibí la beca Programa Balboa para Jóvenes Periodistas Iberoamericanos, que se realiza en Madrid. Actualmente, escribo para Clarín (Espectáculos, Viajes y revista Viva), La Gaceta y El Cronista, entre otros medios.
2 Comments:
Comparto la sensación de nostalgia a los niños, pasóme lo mismo cuando anduve por allá. Se extrañan las voces todas juntas cantando a coro un "que bien que me viene, que bien que me va..."
Lo que me preocupa, en esos casos, es la posibilidad de una tierra avejentada, sin posibilidad de abrir la puerta para ir a jugar ni andones piruleros ni manchas televisores, es como si todo quedara congelado.
Te regalo, mientras tanto, una Alicia, un Peter Pan, una Natacha, la calesita del Lezama, y el placer de cantar O Pato con tu niño más cercano.
Me pasó lo mismo cuando anduve por allí. Tampoco hay perros!
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