miércoles, marzo 18, 2009

Escribir con sueño


El domingo, a raíz de una nota, tuve que levantarme a las cinco de la mañana. Fui a hacer el backstage de un programa de radio que va de 6 a 8. Aunque no tenía que entregarla con urgencia, la escribí apenas llegué a casa, con una mezcla de sueño, estímulo y estómago revuelto.

Me sorprendió cómo, en menos tiempo de lo habitual, la nota estaba hecha. Al sentarme frente a la máquina, casi sin mirar el anotador, el copete salió rápido, un párrafo llamó a otro párrafo y el final fue cayendo, inevitable y sin necesidad de forzarlo. Todo con una prosa verborrágica, rápida como para no quitarle más tiempo a la cama que estaba esperando.

Con esto no quiero decir que la nota esté buena ni mucho menos. Pero sí me sorprendió -quizás por el sueño o quizás porque los censores que uno tiene adentro aún estaban dormidos- cómo escribir se convirtió en un hecho más o menos natural, cuando habitualmente no lo es.

A la tarde siguiente, leí la nota. Corregí errores de dedo y boludeces así, pero ya estaba. Raro, ¿no?

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