Cruceños

Estuve unos días en Santa Cruz de la Sierra. Fui cuando tenía 10 años y no recordaba nada. Me encontré con una ciudad llana. Y llena de camionetas Hammer. Me encontré con una ciudad que está llena de paredes pintadas con la palabra autonomía y la frase "Evo, raza maligna" y calcos en los taxis que dicen "No soy terrorista, pero voy armado". El enfrentamiento oriente-occidente nació con el país. Con la ayuda de una amiga periodista que vive ahí, busqué libros que den cuenta de ese enfrentamiento, de esa cosa que tienen los cruceños de sentirse la única coca-cola del desierto. La siguiente cita es de "Los aymaras están llegando", de Wolfango Montes. Un dato que no es menor: el escritor nació en Santa Cruz, lo que, creo, le da más validez a sus palabras.

Imaginad un grupo de conquistadores españoles que se asiente en las llanuras sin fin del centro de Sudamérica. Imaginad que fundan una ciudad y sus habitantes viven aislados del resto del mundo durante cuatro siglos al cabo de los cuales descubren su fuerza y su poder y transforman esa aldea en una pequeña metrópoli de la modernisdad sudamericana. El descendiente de estos conquistadores habrá conservado características que son arcaicas para nuestra época. Los cruceños son hijos directos de la España Imperial. Son altaneros, porque se consideran los dueños del mundo, se juzgan el pueblo elegido, y no creen deberle esa cualidad a ningún dios como los judíos. Aunque por cierto se han mezclado con los indios, aún se consideran blanco puros, esa idea llega hasta el delirio, un cruceño puede tener la piel aceitunada, los maxilares asiáticos y aún considerarse un descendiente puro de ibéricos. Con gran confianza en sí mismos, son alegres, petulantes, casi irresponsables en su búsqueda de placer fácil y volátil.

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