Estación de la ciudad de Kayseri, en el centro de Capadocia. El tren tenía que salir a la medianoche, pero eran las dos de la mañana y no había noticias. La gente dormitaba sobre valijas, bolsos y paquetes de cartón. Se me acerca un borracho y comienza a charlar. Hablaba un buen inglés a raíz de su paso por una empresa de transportes.
Me pregunta de dónde soy, cuál es mi destino y qué lugares conocí de Turquía. Por curiosidad y para no ser descortés, sigo la charla. Y se produce el siguiente diálogo, algo delirante, quizá alimentado por el sueño mío, el alcohol de él y el desamparo de los dos. Intentaré ser lo más fiel posible en la traducción.
-¿Y usted adónde va?
-A ningún lado. Vengo a la estación cuando tengo ganas de esperar. Me siento un rato largo y espero y espero. Cuando me aburro, vuelvo a casa. ¿Le parece que estoy loco?
-Para nada. Otra buena opción para esperar es ir a pescar, pero sin carnada.
-Acabas de darme una gran idea. Lástima que por acá cerca no pasa ningún río.
-Sí, lástima.
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