sábado, enero 28, 2012

Ya se había quitado el batón


Mientras estoy almorzando o tomando un café solo en casa, agarro un libro de la biblioteca que está en el comedor y leo un rato. Tomo fragmentos al azar de libros al azar, muy diferentes a lo que estoy leyendo en ese momento. Son sesiones de 10 o 15 minutos. Hoy abrí la página 77 de El Libro de Arena, de Borges. Y me encontré con este párrafo, del cuento La noche de los dones.

Gané sin ruido una de las puertas, que daba a un pasillo y a una escalera. Arriba, me escondí en una pieza oscura. Fuera de la cama, que era muy baja, no sé qué muebles habría ahí. Yo estaba temblando. Abajo no cejaban los gritos y algo de vidrio se rompió. Oí unos pasos de mujer que subían y vi una momentánea hendija de luz. Después la voz de la Cautiva me llamó como en un susurro.

-Yo estoy aquí para servir, pero a gente de paz. Acercate que no te voy a hacer ningún mal.

Ya se había quitado el batón. Me tendí a su lado y le busqué la cara con las manos. No sé cuánto tiempo pasó. No hubo ni una palabra ni un beso. Le deshice la trenza y jugué con el pelo, que era muy lacio, y después con ella. No volveríamos a vernos y no supe nunca su nombre.

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