martes, noviembre 12, 2013

La contundencia de un mango maduro


Hace unos días, le mostré un texto a una colega. En la devolución, me dijo que la construcción de las frases se repetía en algunos pasajes. Me fijé y tenía toda la razón del mundo. Se repetían una y otra vez haciendo el texto aburrido y monocorde. Pensé entonces en muchas formas de decir lo mismo. Pensé en la infinidad de formas de expresar una idea. Leí algunas cosas. Y leí un párrafo tan bien logrado que me dio envidia. Nada de ser monocorde. Música pura hace el cabrón de Tomás González en "Primero estaba el mar".
"Ningún pensamiento tiene la contundencia de comerse un mango maduro. Para no hablar de papayas, melones y guanábanas. Por otra parte, no hay mayor angustia vital que tener ganas de orinar y no poder, y no hay realización mayor que hacerlo sobre el mar, agua en el agua, y bajo la luz de los planetas. Creo que Mercedes ya se levantó: huele a café".

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