sábado, febrero 27, 2010

Busquelá, compadre


Viernes, once de la noche. Corrientes y Anchorena. En esa esquina, espero a unos amigos pa comer algo en el Abasto cevichero. Y escucho la pelea de una pareja. Deben tener 20 años. Siguiente diálogo-monólogo.

Ella: No te puedo creer. ¿Cómo que no tenés plata para invitarme un helado? No, nene, vos sos de lo último. Tenés para comprarte una Playstation, pero no para invitarme un puto helado. ¿Para qué me llamás entonces? Me tenés harta, nene. No quiero saber más nada de vos.
El: Nada. Quieto, inmóvil como esos arqueros que ya saben que una pelota tiene destino inevitable de gol y que sólo resta esperar el fracaso propio y el festejo ajeno.
Ella: Se va por Corrientes, en dirección contraria al centro.

El tipo se quedó tieso, sin saber qué hacer, como nos solemos quedar los hombres -emocionalmente estúpidos- en esa situación. El tipo amagó con caminar hacia el centro. Después dudó. Después pasó medio minuto. Después me miró. Y yo, desde el fondo de mi corazón o alma o lo que sea, le grité: Busquelá, compadre. No la deje ir, carajo.

El salió corriendo detrás de ella. A los cinco minutos, pasaron de nuevo por esa esquina. Ya abrazados. No digo amigados, pero sí caminando por la misma vereda, de la mano, listos pa hacer y desahacer el amor, como decía Benedetti, al que yo leía cuando tenía la edad de ellos. Listos para compartir, aunque sea por una noche, el pan y la cebolla.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Quién tuviera esa suerte de encontrar a alguien que le grite qué es lo que hay que hacer.

3:09 p.m.  
Blogger Luciana Schubmann said...

quién tuviera la suerte de encontrar a alguien, y punto. Compadre.

5:30 p.m.  
Anonymous Anónimo said...

jm, que apuesta por el amor, o por hacerlo, buena ayuda Diego.

4:08 p.m.  

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