Viajar con alguien que lleva una guitarra es una gran cosa. Abre puertas, paga cuentas y es una forma barata de armar un plan. En la terminal de ómnibus de la ciudad de Pasto, el hombre se puso a tocar unas chacareras. A lo lejos, nos miraba un negro inmenso. A raíz del carnaval, toda la ciudad -incluso la terminal- estaba bañada de talco, pintura y espuma, pero él se mantenía impecable. Quizá, nunca nadie se animó a tirarle nada sólo para no violar su pulcritud.
Al rato, cuando tomamos el colectivo, se acercó a nuestro asiento. Y preguntó.
-Eso que estaba tocando, ¿qué es?
-Es folclore argentino. ¿Le gustó?
-Claaaro, es bacano. Es elegante. Y a mí si hay algo que me gusta en esta vida son las cosas elegantes.
Etiquetas: De viaje, música
2 Comments:
Me los imagino a los dos ahí, meta chacareras, llenos de talco y pintura, pero elegantes... jaja!
No sabia porque me gustaba tanto la chacarera.
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