lunes, diciembre 13, 2010

Hacer un lugar


Hoy fui a una embajada a tramitar la visa para un viaje que estoy preparando. En la sala de espera, había unas 10 personas que, obviamente, habían elegido el mismo destino que yo. En los diálogos que escuché, confirmé algo muy frecuente entre los viajeros de esta ciudad. El porteño, cuando habla de un viaje, no va a los lugares: los hace.

Así, el mochilero planea hacer La Quebrada y los Valles Calchaquíes. O hacer la Patagonia. O el sur de Brasil. Da la impresión que ellos hacen los lugares. No los visitan, ni los conocen, ni nada. Los hacen. Da la impresión de que el lugar termina de fundarse cuando ellos los pisan.

Entonces, cuando estas chicas decían todos los lugares que tenían planeado hacer, me di cuenta de qué poco sé del lugar al que iré. Y de que, mientras más lejos voy, más boludo me siento. Tan ignorante que no me atrevería nunca a decir que hago nada cuando salgo de Ezeiza. Sólo voy, me muevo hacia un espacio desconocido sin finalidad concreta. Sólo por el placer de pasar fronteras, como decía el maestro Kapuściński.

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