jueves, noviembre 21, 2013

Acobino


Estoy leyendo un libro que me encanta. Se llama Teatro reunido. Es una recopilación de las obras de teatro de Alejandro Acobino, junto a artículos sobre su obra y entrevistas a él. En algún momento, le preguntan sobre su proceso de escritura. Y el tipo dice algo muy inteligente sobre la obsesión de corregir. Algo que él aplicaba a la dramaturgia, pero que perfectamente funciona como una lección para los que hacemos periodismo. Acá va la cita.
Puede ser que en esto de corregir de manera obsesiva y despiadada, sin tener miedo a volantazos de todo tipo, se esconda un procedimiento. Y sinceramente, reconozco que esta idea de corregir insistentemente es algo que espanta y en algún punto también desmoraliza. De todos modos, los proceso de Continente viril y Absentha fueron distintos. Pero corregir es quizá lo mejor que hago (risas). En serio, corregir es lo que mejor hago. Una instancia, en algún sentido, que me resulta muy orgánica. Y si bien sé de muchos grandes escritores que casi no corrigen, sea por una cuestión ideológica o de procedimiento, también sé qué Proust, mi escritor favorito, corregía como un animal... salvando las distancias. Corregir en sí puede ser un arte, el arte de la soberbia, como dijo alguna vez un amigo, o el arte de la duda. En definitiva... quién lo sabe.

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