La mujer más triste del mundo
Claramente, había pasado la noche en ese lugar espantoso en el que todo el mundo está de paso. Era una mujer gris, llevaba un sombrero chico y un perro más chico, de esos de juguete. Iba despeinada y, cada tanto, dejaba la taza para llorar. Era un llanto digno, eran espasmos de llanto. Me fui a tomar el tren y ella seguía ahí. Quizás hoy, a dos semanas de aquel viaje, ella todavía esté con la misma taza y el mismo llanto.
Etiquetas: De viaje
1 Comments:
Sí, es probable que siga ahí. La tristeza, cuando ataca de ese modo, no se va nunca más.
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