De vacaciones
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Noticias sobre periodismo, nuevas tecnologías de la comunicación y su impacto en el Periodismo. Y otras cosas que me llaman la atención.
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No salir campeones no es fracasar, sería una decepción pero yo no puedo más que agradecerles a todos. Yo jugué una final Intercontinental y la perdí, pero la gente todavía se acuerda. Por eso no conseguir la Copa el domingo sería una pena pero de ninguna manera un fracaso.Claudio Borgui, DT de Argentinos Juniors, en una entrevista a Olé.
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En el principio Dios iba a la escuela y se ponía a jugar fútbol con sus amigos hasta que llegaba la hora de irse a sus salones. Aunque Dios sabe muchas cosas, quiere aprender más y hacer cosas nuevas. Un día Dios dijo: "hoy trabajé mucho y es hora de ir a recreo". Dios y sus amigos se pusieron a jugar fútbol y Dios chutó tan duro la pelota que cayó en un rosal y se ponchó. Al explotar la pelota, se creó el universo y todas las cosas que conocemos.Rodrigo Navarro Morales, 7 años. Instituto Alexander Bain. México.
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El revés de un bordado.Sei Shōnagon en El libro de la almohada. Año 996.
El interior de la oreja de un gato.
Crías de ratón, todavía sin pelo, que salen retorciéndose de su guarida.
Las junturas de un abrigo de piel que no han sido todavía cosidas.
La oscuridad en un lugar que da la sensación de no estar demasiado limpio.
Una mujer poco atractiva que cuida a muchos niños.
Una mujer que se enferma y permanece doliente durante largo tiempo. En el recuerdo de su amante, no especialmente devoto de ella, debe de parecer casi sórdida.
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La pregunta es sólo eso: una pregunta. Pero llega como una cuchillada o como un insulto de un foráneo que se permite dudar de una verdad irrefutable en esta ciudad. En la costanera santafesina, sobre la avenida Almirante Brown, hay un monumento inmenso al hijo pródigo: Carlos Monzón. Al pasar por el lugar, que tiene una placa en homenaje “Al deportista del siglo”, este periodista se permite dudar ante un taxista que tiene las manos maltrechas por los años, el volante y el cigarrillo, que tiene una edad que oscila entre los 60 y los 150 años. “Maestro, ¿fue el mejor de todos los tiempos o hubo alguno que estuvo cerca? No sé, pienso en Horacio Accavallo o en Pascual Pérez, que también fueron muy buenos y ganaron títulos mundiales”. La mirada asesina llega por el espejo retrovisor, atraviesa el parabrisas y, por suerte, se ahoga en el Paraná. Y explica, calmo, como quien habla ante un ignorante de un tema que conoce ampliamente. “Claro, hijo. Fue el mejor de todos los tiempos. Era intocable. Nunca nadie le pegó en serio”.
El viaje termina en El Quincho de Chiquito, un mítico restaurante especializado en pescados de río que está sobre la Costanera. “Preguntale a los mozos de ahí, a ver qué dicen”, desafía. Entrar a ese lugar es meterse no sólo en la vida de Monzón, sino también de Santa Fe y de la Argentina del último siglo. En las paredes, hay más de mil fotos de personajes que van desde Roberto Goyeneche a Carlos Menem, pasando por Susana Giménez y Alán Delón. Todos abrazados a Chiquito, todos comiendo pescado y brindando felices.
Hay, claro está, un espacio reservado para el gran Carlitos, campeón del mundo de peso mediano, con 14 defensas exitosas. Cuando ganaba una pelea y era invitado al programa de Mirtha Legrand, Monzón decía: “Yo siempre voy a festejar a lo de Chiquito. Ahí se come el mejor pescado del mundo”. El dueño del local jura que Monzón nunca le pidió un peso ni retribución alguna por la publicidad.
A 15 años de su muerte, sigue ahí esa escultura soberbia de Monzón con los brazos en alto y el cinturón brillante. Siguen ahí las fotos que decoran las paredes de Chiquito. Siguen dando vueltas por la ciudad los taxistas que juran que fue el mejor de todos los tiempos. Y que son capaces de asesinar con una mirada a aquel que se atreva a cuestionarlo.