Me atravesaba un río
Al llegar a El Chaltén, en la administración de Parques Nacionales, me dijeron que el agua de los ríos era potable. Lo decían con orgullo, como si ofrecieran un premio a los que habían llegado al lugar.
Apenas llegué a mi hostal, dejé las cosas, fui a un súper a comprar bananas, fiambre, pan y agua. Y me mandé a recorrer el sendero del monte Fitz Roy. De camino, cuando me crucé con el primer cauce del río, tiré el agua mineral que había llevado. La llené de agua de río. La que tiré era cristalina. La que tomé estaba llena de partículas minúsculas, de cosas que flotaban cuando uno ponía la botella al sol.
Como un niño de departamento, descubrí que el agua más pura que uno puede tomar no es ni incolora, ni inodora ni insabora. Me senté al borde de un sendero a tomar agua como quien toma vino. Al rato, pasó un cóndor, altanero, dueño de todo y patrón de las alturas. El resto fueron siete horas de caminata, llenas de momento kodak y de paradas para tomar agua.
Para ilustrar es post, acá va Fui al río, de Juan L. Ortiz, en voz de Liliana Herrero
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